Por Quique Ortega
Qué gusto me da que John Wick sea el referente del cine de acción en una etapa en la industria donde el género está, en general, perdido (las de superhéroes no cuentan). Los tiempos de oro de estas películas se fueron tan pronto terminó la década de los noventas. De vez en cuando sale una que otra joya por ahí, pero ninguna con el potencial taquillero que merecen para convertirse en una franquicia duradera. Después de una gran secuela, llega la tercera parte. ¿Mantuvieron la calidad? Les platico.
Nuevamente la película empieza donde terminó la anterior. John Wick está apunto de convertirse en «Excomunicado», es decir, expulsado del mundo de los asesinos por romper las reglas. Esto no significa que ya puede irse a su casita a dormir, no, le ponen precio a su cabeza y tiene unos poquitos minutos para que su precaria situación comience. Por supuesto, el precio es enorme y todos los asesinos se lo quieren empinar. De ahí, pues empiezan las increíbles secuencias de acción y una historia que expande todavía más el increíble mundo de los asesinos creado para esta franquicia (ya un poco fumado pero todavía chingón).
Lo padre de esta tercera entrega es que por fin vemos a John Wick en modo vulnerable total, intentando salvarse el pellejo y superado en algunos momentos, no solo en las secuencias de acción sino en su propia historia y las decisiones que lo llevan a disyuntivas de mucho conflicto emocional. Verlo a prueba de esta manera fue un acierto, ya que hacen del personaje algo más complejo, claro, guardando las debidas proporciones (recuerden que todo empezó porque mataron a su perrito y se robaron su coche).
Las secuencias de acción son buenísimas. La mejor ocurre al inicio de la película cuando tiene que echarse a varios villanos, desechables claro, usando miles de cuchillos desplegados en interminables vitrinas a su alrededor. Hay otra secuencia larga y excelente, al más puro estilo de «Game of Death» de Bruce Lee, donde debe de ir superando niveles hasta llegar al villano final. Buenísima. Ver a Keanu Reeves (siempre elegante con su saco negro que oculta sus heridas) y su peculiar personalidad empinarse a miles a caballo, en moto, con espadas y a puño limpio es una gozada. La nueva, es que los perros también ya juegan un papel más importante en esta historia, no solo están ahí para dar ternura y ser el motivo de terribles venganzas, ya pelean y acrecientan su número de víctimas mientras ayudan a al nuevo y excelente personaje de Halle Berry.
Lo que hace a John Wick diferente al resto de las películas de acción en Hollywood es que las golpizas, peleas, madrizas, o como le quieran llamar, casi no tienen cortes (recurso que usan para darles realismo y fluidez en las películas en general), aquí vemos el cuerpo completo de los actores por bastante tiempo mientras se dan con todo. Quizá los movimientos no se ven a toda velocidad, pero se ven reales y brutales, toda la responsabilidad queda en los actores y su entrenamiento.
Ahora lo malo. Hay un momento en la película donde la acción se llega a sentir un tanto gratuita, es decir, por más que sea super entretenida, no se siente integral a la trama. En vez de avanzar la historia se siente como si esta tuviera que detenerse para darnos obligatoriamente otra secuencia y dejarnos con la boca abierta. Otra, es que ya empiezan a hacer uso del CGI, no tanto, pero si algo ha caracterizado a estas películas es que todas las secuencias son con efectos prácticos. Espero no abusen para la cuarta entrega, sí, habrá otra, bienvenida sea.
Pero bueno, esta película es entretenimiento puro. Si no la quieren ver por ser ultraviolenta, la verdad es que todo es tan absurdo que termina por ser divertido. Por cierto, tiene una referencia a The Matrix buenísima. Váyanla a ver antes de que la quiten amigos. Saliendo de la sala no pude evitar preguntarme: ¿quién ganaría entre John Wick y Jason Bourne? Probablemente el primero. Bourne es un debilucho en comparación.
Calificación 8.5