Por Allan Clúa
Sam Mendes es uno de esos directores que no entrega obra mala, su filmografía es prácticamente impecable y, sin embargo, no es un director que comúnmente se le mencione como parte de la “élite”; para mí lo es.
Director de películas como Belleza Americana (1999) y Camino a la Perdición (2002), dos filmes que yo consideraría entre las mejores películas norteamericanas del fin de siglo pasado, en esta ocasión entrega la que es, sin duda, su película más impresionante. Tal vez no la mejor, pero sí la más impactante.
¿Cuál es la diferencia? Hablando de técnica y ejecución, 1917 es una película interesante como pocas. La trama es sumamente sencilla, dos hombres tienen pocas horas para encontrar a un pelotón –donde uno de los integrantes es hermano de uno de nuestros protagonistas- e impedir que caigan en una trampa alemana durante la primera guerra mundial. El logro de la película no radica en la historia o en el guión –uno de pocas pretensiones- sino en la realización.
Es fundamental ver 1917 entendiendo que está hecha para simular que es una sola toma (es decir, un plano secuencia) de dos horas de duración. En realidad son varias tomas de 7 a 10 minutos hiladas de forma imperceptible. En caso de que el lector no conozca el reto que esto implica, permítanme elaborar.
Imaginen la complejidad de filmar una conversación de dos personas sentadas frente a frente. Si quisiéramos ver ambas reacciones de nuestros personajes, necesitaríamos un corte en edición; pero en esta ocasión están prohibidos. Lo que queda por hacer es girar la cámara de un lado a otro, lo cual sería incómodo y poco estético, o hacerlo a través de la puesta en escena, es decir, moviendo a los actores. Mover a los actores en un espacio cerrado de forma que se sienta natural, ya por si solo, es muy complicado. Implica un baile o coreografía entre actores, cámara y espacio que requiere de gran planeación. ¿En qué momento se mueven? ¿Cómo movemos la cámara? ¿Dónde escondemos las luces? Ahora agreguemos a esto tres actores y mil extras, explosiones, efectos especiales, un clima impredecible y distintos escenarios (por ejemplo, pasar de una cabaña a un campo abierto con un avión que cae en escena y explota con un actor incendiándose adentro). Una vez lograda esta escena, hay que asegurarse que empiece y termine de tal forma que se pueda conectar con la siguiente escena para que parezca que nunca cortamos. ¿Suena complejo? Apenas rascamos la superficie, pero no es necesario decir más.
Sam Mendes y Roger Deakins –para mí, el mejor director de fotografía del mundo- han logrado un milagro cinematográfico. Si a esto sumamos la increíble música de Thomas Newman y la conmovedora actuación de dos actores desconocidos, tenemos una película que merece todo el reconocimiento del mundo. ¿Es esta la mejor película del año? Tal vez no, películas como Parásitos o El irlandés tendrán una trascendencia más clara en el futuro, pero son películas como 1917 las que empujan el desarrollo técnico de la industria. 1917 es conmovedora, entretenida y visualmente incomparable pero, sobre todo, es una película importante.
CALIFICACIÓN [9.7]